Seguro que alguno de vosotros ha tenido un sueño, el sueño de convertirse en actor. En algún momento de nuestra vida es algo que a muchos nos pasa por la cabeza, yo lo viví. Luego, para la gran mayoría de esos soñadores, el sueño se queda en eso, un sueño, y no se llega a hacer realidad. Sin embargo, para unos pocos valientes y/o afortunados, sí que se cumple, bien porque apuestan por sus sueños, bien porque creen en ellos mismos, o por lo que sea, pero llegan. La interpretación es algo que puede resultar muy beneficioso. Desnudarse, metafóricamente hablando, delante de otras personas muchas veces causa un poco de pavor. No es sencillo abrirse emocionalmente bajo la atenta mirada de espectadores que pueden juzgarnos.

-"Oh capitán, mi capitán". 

Decía un profesor en una película sobre una particular clase que había que vivir el momento, sentir cada instante como si fuera el último. El eterno Robin Williams en El club de los poetas muertos (1989) daba lecciones a sus alumnos -y de paso, a nosotros- acerca de cómo aprovechar la vida con el tiempo que se nos había dado. Ya depende de cada uno si sigue esos consejos, o no. Lo que sí está claro, es el valor didáctico de esa película. Pero no es la única. El cine puede ser una herramienta genial para enseñar a los espectadores algunos temas que, de otro modo, quizás no encontrarían la misma aceptación a base de tediosas charlas y libros en los que simplemente haya que hincar los codos y memorizar para extraer algo. Una imagen vale más que mil palabras, dicen. Y cine y educación, van más unidos de lo que parece.