Críticas con emoción: American Beauty

by - agosto 30, 2017


Mena Suvari bañada en petálos, la escena más mítica de American Beauty

Hace tiempo que no escribo acerca de películas motivadoras, o de estas que te hacen reflexionar, al menos. También ha dependido mucho de las circunstancias, pero el verano suele ser temporada de cine más bien poco intenso, y tirando más a simplista. Vacaciones va acompañado de desconectar, y ver películas como Transformers: el último caballero o Rey Arturo: la leyenda de Excalibur, que son sinónimos de ello. Por suerte, entre tan árido paisaje cinematográfico, ahí ha estado Christopher Nolan para regalarnos su película Dunkerque. Pero este texto no va acerca del verano, ni de Nolan, ni de otros estrenos. Está dedicado a American Beauty, una película imprescindible estrenada en 1999 y dirigida por Sam Mendes, sobre la vida ideal, los sueños rotos y la rutina. 

Hay películas que en una clase de colegio, deberían marcarse como de visionado obligatorio para madurar como persona. Se podrían mencionar muchas, y algunas, ya han aparecido en este blog, como Olvídate de mí!,(2004) El indomable Will Hunting (1997) o El club de los poetas muertos (1989). American Beauty es una de ellas. Esta obra maestra está protagonizada por un inmenso Kevin Spacey -que ganó el Oscar por su papel-, Annette Bening o Chris Cooper, entre otros.
Lester Burnham es un anódino oficinista que trabaja en la planta cualquiera de un edificio cualquiera en su cubículo. Su mujer, Carolyn, es agente inmobiliaria e intenta seguir los exitosos pasos de un gurú del negocio para triunfar en su carrera. Y la hija de ambos, Jane, empieza una extraña relación con el hijo de los vecinos, Ricky, un chico frágil y aparentemente con problemas. Pero en estas vidas ideales sacadas directamente del sueño americano, nada es lo que parece.
Esta no va a ser una crítica al uso, sino más bien un resumen de las emociones que despierta la película, y el increíble mensaje que se puede extraer después de verla.

La película juega precisamente, a enseñar lo contrario a lo que estamos acostumbrados. Vidas ideales y modelos estándar de familia que en realidad, no lo son. Detrás de cada puerta, en cualquiera de esas infinitas urbanizaciones de los Estados Unidos -y de cualquier ciudad del primer mundo, en realidad- se esconden personas con problemas que se recogen debajo de las alfombras para que nadie más los vea, y de paso, ni siquiera ellos mismos, para terminar olvidando que están ahí.

Imagen cortesía de Filosofía para cinéfilos
Los Burnham, la familia que protagoniza American Beauty, parece tenerlo todo. Salvo por un pequeño detalle, y es que en realidad, no son felices con su vida. Eso provoca frustraciones, vidas grises y un matrimonio que se mantiene unido por la inercia y por las apariencias. Es más difícil ser sincero con uno mismo, que vivir una mentira. Al final, todo se reduce a mantener la situación de cara a la galería, la idea de que todo va bien. Trabajos comunes y vidas comunes, aburrido, sí, pero es lo que la sociedad espera.

Tristemente, esto está más presente en nuestras vidas de lo que queremos admitir. Sin saber muy bien cómo, la vida nos atrapa en rutinas de las que casi es imposible salir. Se toman decisiones prácticamente sin meditar y se intenta hacer lo más seguro, en vez de apostar por lo que realmente amas. Es mucho más sencillo tener una seguridad a la que agarrarse y seguir con lo conocido, que arriesgarse. Pero, ¿durante cuánto tiempo se puede vivir así? 

El protagonista de la película, al que da rostro un cotidiano Kevin Spacey (hoy muy de moda gracias a la serie de Netflix House of Cards), parece llevar años atrapado en esa burbuja de aparente felicidad y normalidad. Un día, de repente, se sentirá atraído por la mejor amiga de su hija, una adolescente rubia y con un cuerpo perfecto. La famosa escena de los pétalos de rosa sobre el cuerpo de Mena Suvari supone este punto de inflexión en el personaje. Esta pequeña brecha en su fachada, en su vida familiar perfecta, será el desencadenante que empiece a transformar a Lester como persona, y por tanto, hacer salir al hombre que de verdad se encuentra atrapado tras tantos años de aburrido y rutinario matrimonio.
Vivimos poco a poco la transformación del personaje, y empieza a hacer cosas por él mismo, más allá de para contentar a su familia y superiores en el trabajo. Hace ejercicio, escucha y canta la música que le gusta sin vergüenza y dice la verdad, lo que piensa. En resumen, empieza a vivir libre según lo que él siente y necesita. 


Todos los personajes en American Beauty tienen su catársis. Probablemente todos, excepto el personaje de Chris Cooper, un estricto militar que educa a su hijo Rick (Wes Bentley) de una manera férrea. El chico es un poco más sensible a lo que los cánones acerca de la juventud tienen enseñados que deben ser, y ante el menor asomo de sensibilidad, el padre lo interpreta como homosexualidad. Con unos métodos más bien crueles, intenta controlar a su hijo para que no se pervierta. Lo gracioso del caso, es que el auténtico reprimido es el padre. 

El final de la cinta, es además de triste, emocionalmente intenso, pero sorprendente. No puedes evitar empatizar con Lester y su transformación. Sin entrar en demasiados detalles, para no estropear el desenlace de la historia, basta con decir que el personaje al que da vida Kevin Spacey, termina siendo libre, a su manera. Quizás es el final perfecto para la historia, aunque sea duro como la vida misma. Y lo más paradójico, es que al final, nadie resulta ser como aparenta ser. Los valientes son los cobardes, y los raros, son los más normales. Esa es otra de las grandezas de la película, que al final todo es justamente al revés de lo que las apareciencias indicaban. 

Y es que American Beauty habla justamente de eso, de vida, que puede ser cruel y brutal al mismo tiempo, y también triste. La tristeza y la melancolía de sentirte atrapado en una rutina en la que no eres feliz. Puede parecer una tontería, pero no en vano la epidemia actual de nuestra sociedad, precisamente las enfermedades mentales, cuyo origen muchas veces se encuentra en el estrés y la ansiedad, que pueden terminar en depresión y otros muchos trastornos. Todo es consecuencia del ritmo mental al que la sociedad nos somete. Está claro que es decisión de cada uno, pero es que el entorno social es tan fuerte, que a veces creemos estar obligados a actuar como actuamos y estar constantemente perfectos, felices (por fuera) y satisfechos. 

La familia Burnham cenando, con Annette Bening a la izquierda, Thora Birch iluminada en el centro y Kevin Spacey a la derecha
La familia Burnham cenando, con Annette Bening a la izquierda, Thora Birch iluminada en el centro y Kevin Spacey a la derecha
Cortar con todo, no es tan sencillo. Requiere valentía y ser consecuente, aunque eso a veces implique incomodidad y hacer sentir mal a los de nuestro alrededor, pero así es la vida. No se puede vivir a gusto de todo el mundo, porque al final, de tanto querer satisfacer las necesidades de los demás, dejas de vivir tu vida. Puede hacerte feliz un tiempo ver contentos a los que quieres, pero todo el mundo tiene derecho a tomar sus propias decisiones, y no por ello verse obligado a mantener una fachada por el hecho de ser lo que los demás esperan de nosotros.

El miedo es una emoción muy fuerte, tanto, que puede llegar a bloquearnos para evitar precisamente los malos momentos que hay que pasar en algunas situaciones a las que hacemos frente durante nuestra vida. Es más cómodo refugiarse en la seguridad y seguir viviendo una rutina, un día tras otro, atrapado sin poder ser feliz, o casi obligándote a serlo, porque no estás siendo sincero contigo mismo. Como suele decirse, el tiempo pone a cada uno en su lugar, y es cierto. Si no es hoy, será mañana o dentro de tres días, pero probablemente todo estallará si no somos felices con nuestra vida. Y de eso va American Beauty.

Puede parecer estúpido que una idea tan sencilla, dé para tanto, e incluso para ganar el Oscar a mejor película del año de su estreno, pero es que American Beauty tiene lo que merece. Y es por toda esta radiografía de vidas rotas y sueños americanos, que tuvo tanta repercusión. Porque a veces, el cine también puede servir para contar historias acerca de la vida, de nuestras vidas y de cómo las vivimos, así podemos conectar con esta clase de películas.

En cierto sentido, American Beauty es una historia que puede ayudar a aquellas personas que estén pasando por un momento similar al que viven los protagonistas, esas vidas de mentira, y al final, que el cine sirva para esto, para reflexionar y hacer avanzar, también es una de las maravillas del séptimo arte. Para verla, eso sí, se requiere cierto nivel de madurez, ya que sino no se entenderá el mensaje que quiere transmitir. Por supuesto, la factura acompaña a la historia, y tenemos unos planos hermosos, una banda sonora a cargo Thomas Newman maravillosa y unas interpretaciones fantásticas. Todo lo que una película necesita para ser una obra maestra. 

Así que de vez en cuando, uno tiene la oportunidad de disfrutar películas como American Beauty. Ojalá abra los ojos a quién lo necesite.

XOXO, SoldieRyan

PD: la escena de la bolsa, un clásico del cine ya


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