Placeres culpables: Gladiator

by - febrero 28, 2018



Llevo unos cuantos posts un tanto intensos, aprovechando lo mucho que da de sí el cine. Hoy me apetece ponerme un poco menos trascendental, y tirar de una sección que siempre está bien. Ligereza y gustos, simplemente. Todos tenemos placeres culpables en cualquier tipo de afición, y en el cine por supuesto, estos placeres son de lo más variopintos. En este caso, toca defender una película que mucho tildan de sobrevalorada: Gladiator (2001), de Ridley Scott. 

Este péplum histórico está protagonizado por un Russell Crowe en estado de gracia, antes de haberse comido a Russell Crowe. Acompañado por un elenco envidiable, compuesto entre otros, por Joaquin Phoenix (actor de En realidad, nunca estuviste aquí, 2017) haciendo del emperador Cómodo, el villano de la historia, Connie Nielsen como Lucila, la partenaire femenina, un Richard Harris en uno de sus últimos papeles como el emperador Marco Aurelio y padre de Cómodo, o Derek Jacobi y Djimon Hounsou. En fin, una serie de intérpretes de lo más variopinto.



¿Quién estaba detrás de las cámaras? El director inglés Ridley Scott, una eminencia en esto de la dirección de películas, con una larga trayectoria, que incluye algunas joyas del séptimo arte como Blade Runner (1982), Alien el octavo pasajero (1979), Thelma y Louise (1991) o El reino de los cielos (2004), otro de esos placeres culpables que ya comenté en su correspondiente entrada. Casi nada, y me he dejado muchos otros títulos en el tintero, pero esta entrada no es para hacer un repaso a la carrera del gran Scott (en la Wikipedia puedes). Gladiator fue una de sus películas más celebradas en el momento del estreno, allá por el año 2000, sobre todo en taquilla. Ridley apostó por un medio desconocido Russell Crowe, que en aquella época venía de un par de papeles bastante interesantes en L.A. Confindential (1997) y El dilema (1999), del gran Michael Mann, director más que reivindicable.

El argumento de Gladiator es en realidad muy sencillo: una historia de venganza con la que es fácil empatizar. ¿El contexto? El Imperio Romano a la conquista de Germania, con las legiones al mando del general Máximo Décimo Meridio, fiel al emperador Marco Aurelio. Debido a la muerte inesperada del emperador, Máximo es acusado por Cómodo -hijo de Marco Aurelio- del asesinato de su padre, por lo que es condenado a muerte. No le quedará más remedio que huir e intentar sobrevivir para poder vengar la muerte de su familia a manos de los hombres de Cómodo.

El fallecido Richard Harris y Russell Crowe al inicio del film
El fallecido Richard Harris y Russell Crowe al inicio del film
En resumen, una historia de venganza, como ya he dicho. La película tiene un arranque simplemente espectacular. Pocas veces tecnología digital en efectos especiales y pura artesanía cinematográfica se habían combinado tan bien. De hecho, podría decirse que Gladiator prácticamente inauguró una moda que consistía en iniciar las películas con una épica batalla. Sólo por eso, esta película merece la pena. Son quince minutos de puro cine y espectáculo perfectamente rodado y ambientado. Crowe impone como el comandante al frente de las legiones imperiales y los bárbaros germanos parecen un enemigo imbatible. 

Tras esta escaramuza, la historia se toma un pequeño respiro para presentar al resto de personajes que acompañarán a Máximo en su historia. La película se sucede prácticamente sin descanso y todo te va llevando, escena tras escena, hasta el punto culminante de Gladiator; su desenlace. Por el camino, uno no puede si no maravillarse con el increíble despliegue técnico para recrear Roma con bastante fidelidad. Las escenas en el Coliseo son también impresionantes. La primera entrada a la arena de esta imponente maravilla te hace sentir directamente como un gladiador recién entrado al Coliseo, momentos hermosos del cine. La película tiene un aire a cine añejo, del de toda la vida, pero pasada por el tamiz visual apropiado para parecer moderna.

Djimon Hounsou y Russell Crowe durante su entrenamiento para convertirse en gladiadores
Djimon Hounsou y Russell Crowe durante su entrenamiento para convertirse en gladiadores
El encanto de esta película es que todo es muy emocional y emocionante, el espectador termina apabullado por semejante despliegue de historia, efectos y personajes. Conectas rápidamente con lo que te están contando y quieres que Máximo -el protagonista- tenga éxito. Gran parte del éxito de Gladiator se debe a su actor principal: un carismático Russell Crowe que desde esa película, vio cómo su carrera despegaba de forma meteórica. De hecho, no ganó el Oscar ese año, pero sí al año siguiente gracias a Una mente maravillosa (2001), mucho peor que ésta. 

El contrapunto perfecto para que una película funcione es su villano, y Gladiator cumple con creces en esta faceta. Cómodo es un personaje detestable pero a la vez humano, entiendes en cierto sentido que sea como es, pero aún y así, se le odia con facilidad también. Traumatizado y acomplejado, la labor de Phoenix también logra su objetivo de conectar con el público, y por supuesto, sigue demostrando lo gran actor que empezaba ya a ser. Además, a raíz de su papel aquí, empezó a proliferarse bastante más en el cine.

Roma recreada para la ocasión en una escena de Gladiator
Roma recreada para la ocasión en una escena de Gladiator
Máximo y Cómodo tienen un final a la altura de las circunstancias. Probablemente otro de los logros de Gladiator sea que no decepciona. Pone todas las cosas en su sitio durante el metraje, para culminar con un desenlace que no podía ser de otra manera, o que simplemente es perfecto. Hay casos en los que todos los ingredientes se ponen de cara para que salga una joya, y en este caso es así. No sabes muy bien por qué, pero Gladiator funciona como un reloj, como una bomba que explota al final. Aderezada con set pieces bélicos que sólo destilan épica, es una delicia ver esta película. Diálogos perfectos, con líneas totalmente épicas e ingeniosas, historia y un nivel de detalle casi perfecto, sangre, violencia, pan y circo en Roma... En fin, ingredientes que la convierten en una delicia. 

Y sí, no me he olvidado de la BSO. La he dejado al final a propósito. Si el resto de elementos de la película destacan, la banda sonora que compuso el alemán Hans Zimmer para Gladiator es el colofón. Ya era un compositor famoso en el mundillo cinematográfico, pero esta película terminó por popularizar al músico a niveles estratosféricos, siendo uno de los más solicitados y conocidos en la actualidad. Zimmer llenó Gladiator de sintetizadores y coros femeninos que encajan con la visión del Imperio Romano que tenía Scott para esta película. Acompaña a las imágenes y les da otro significado, les aporta energía, belleza, emoción y una épica que casi no cabe en pantalla, ni en los oídos.

Joaquin Phoenix y Russell Crowe cara a cara en el climax final de Gladiator
Joaquin Phoenix y Russell Crowe cara a cara en el climax final de Gladiator
Os puedo jurar que ver en el cine Gladiator es una de esas cosas que hay que hacer en la vida. 
Y yo, con 13 años pude hacerlo. Es una película especial para mí, de hecho, fue ésta la que abrió en mí las ganas por esto del cine, así que me cambió la vida básicamente. No quería sino rendir un pequeño tributo a esta película que aunque no sea una obra maestra, y sea una de las cintas con más errores de la historia del cine, parece una de las mejores películas de la historia. Cuestión de gustos. 

XOXO SoldieRyan

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