5 ejemplos de filmoterapia

by - marzo 14, 2018

Imagen de @filmoterapia
El cine como herramienta terapéutica. Seguro que muchos se preguntarán cómo puede el cine mejorarte la vida, más allá de hacerte pasar un buen rato con unas risas gracias a una comedia, o disfrutar como un enano con una exagerada película de acción protagonizada por The Rock. Se ha hablado en multitud de ocasiones de este asunto en el blog, y la verdad es que pocas veces se ha puesto un ejemplo práctico. Esta entrada pretende poner solución a esto, ya que navegando por internet, he encontrado información sobre filmoterapia aplicada con ejemplos prácticos. Con permiso de la responsable de una de estas iniciativas, voy a plasmar en diferentes escenas de películas variadas, cómo estas pueden servir para despertar conciencias o autoconocerse. Toda una aventura.

Lo que el viento se llevó (1939): el amor propio


Empezamos con un clásico del cine, de esos imperecederos, y lo sorprendente es que de cualquier película se puede sacar una lección personal. Hablamos de la escena siguiente:



En este caso, el tema principal son los límites. En la vida muchas veces nos cuesta decir "no" o aceptar las cosas tal y cómo pasan. Bien porque nos da miedo el rechazo, o bien porque no queremos incomodar a la persona que tenemos delante. Sea por la razón que sea, terminamos por ceder demasiado o por dejarnos arrastrar para evitar aquello que nos da miedo.

El hecho de no aceptar la situación, o de arrastrarse por querer volver con el personaje de Clark Gable, hace que Vivien Leigh pierda la noción de la realidad, o del momento en el que se haya inmerso. 

Nosotros mismos también debemos ponernos límites, es importante para que no nos hagan daño, que nos demos a valer como personas o no sufrir más de la cuenta ante situaciones y/o personas que no nos hacen bien.

El personaje de Clark Gable, por el contrario, se mantiene firme en su postura y simplemente es sincero. Tal vez de una manera demasiado brutal y poco respetuosa hacia ella, pero aún y así, está en su derecho. 

Náufrago (2000): las elecciones


Esta película de Robert Zemeckis (director de la trilogía de Regreso al futuro (1985-90), entre muchos otros clásicos del cine) es un compendio de diferentes situaciones y escenas que bien merecen un comentario aparte. Esta parte en concreto, es muy reveladora. El audio está en latino, pero se entiende a la perfección:



Tom Hanks se encuentra en una encrucijada, literalmente. Para seguir adelante con su vida, debe decidir qué camino tomar. Se ha perdido y no sabe cuál es el camino correcto. Por "fortuna" para él, una mujer se para y le indica qué encontrará en todos los posibles caminos que puede tomar en ese cruce. En ese momento, debe pararse y decidir, algo que a veces, nos cuesta mucho. Bien por la incertidumbre, el miedo, las consecuencias inesperadas o cualquier otra razón que nos mantiene en una indecisión, por el simple hecho de no querer tomar riesgos. 

Sin contar mucho más de lo que representa la escena para todo el conjunto de la película, es un ejemplo perfecto de las encrucijadas en las que a veces nos encontramos. Y a veces, hay que tomar decisiones a ciegas, aún sin saber muy bien qué pasará y qué te encontrarás cuando inicies el camino. 
Porque las respuestas no vienen en ese momento, cuando tomas la decisión, si no cuando pasa un tiempo y miras atrás. Realmente es una pérdida de tiempo pensar que pasaría si hubiéramos tomado otra decisión (u otro camino). Aprende de lo que has decidido y sigue para adelante, nunca nada es definitivo e imperecedero. 

Pequeña Miss Sunshine (2006): la aceptación


Es una joya. Simplemente esta cinta es una joya. Ya hablé de ella en otra ocasión más extensamente, pero en esta lista, merece la pena pararse en una escena en concreto. La siguiente:


La escena la protagonizan Alan Arkin y Abigal Breslin, y aunque esa historia tiene una evolución durante la película, la frase que suelta el abuelo, interpretado por Arkin, es de una simpleza y una realidad que asusta. Los fracasados son aquellos que no lo hacen porque les vence el miedo. 
En determinados momentos de nuestra vida, los miedos pueden llegar a paralizarnos, a hacernos perder el foco y a descentrarnos de quiénes somos y de lo qué queremos.

Nos comparamos y nos sentimos menos que los demás. No vemos aquello que sí tenemos, porque ponemos el foco en lo que nos falta. Cuando esto suceda, en realidad, lo más sencillo sería rendirse y evitar pasar ese mal momento. Pero es que justamente el miedo está más presente justo antes de hacer aquello que tememos, pero es que es exactamente lo que queremos. 
El miedo se supone que está ahí para protegernos, ¿de qué? De las consecuencias, del ridículo, de pasarlo mal por equivocarnos y un sinfín de razones más que nuestro cerebro se inventa para quedarse cómo está.

¿No es peor quedarse con las ganas de intentarlo? El fracaso, tras haberlo intentando con todas tus ganas, no es un fracaso, es un intento. Aprenderás, y seguirás adelante por la lección que te llevas. Y la próxima vez, lo harás mejor, o de un modo diferente.

Alguien voló sobre el nido del cuco (1975): la libertad


Milos Forman filmó una de las obras maestras del cine, protagonizada por un monstruo de la interpretación: Jack Nicholson. En ella, hace de un interno en un centro psiquiátrico, que revoluciona a los demás pacientes. La escena, la que aparece a continuación:

(Avisados estáis, tiene spoilers)


La película tiene más de 30 años, así que demos por hecho que ha habido suficiente tiempo para verla. Esta en particular, es el final de la cinta. 
Para ubicar un poco al espectador, Jack Nicholson está encerrado en un centro psiquiátrico por una serie de razones que no vienen al caso, pero no está loco, aparentemente. Como es el más "cuerdo" de los internos, revoluciona el patio y se enfrenta a la enfermera jefe (oscarizada Louise Fletcher) que mantiene a los pacientes coartados constantemente. Tras varias revoluciones, o intentos de cambiar las cosas, Nicholson es lobotomizado. Uno de los internos, el indio, o como le llaman sus compañeros, Jefe, le evita este trágico destino a Nicholson, que se había convertido en su amigo.

Todo el tramo final es de una sensación agridulce, pero sobre todo hay algo que prima por encima del resto de cosas: la libertad. Escapar de una sociedad, que representa el manicomio, que los mantiene atrapados y sin la posibilidad de sentirse libres y ser ellos mismos. Finalmente, esto se rompe gracias a la fuerza de la persona que parecía más tranquila y mejor adaptada, por eso es una sorpresa. Gran trabajo y fantástico mensaje.
Mi compañero de Descartes no fue al cine también comentó esta escena en su página, podéis leerla aquí.

El piano (1993): vivir


Aunque algunos ya no se acuerdan, esta película de Jane Campion es de una fuerza desgarradora. La protagoniza una joven Holly Hunter, que interpreta a una pianista muda que pasa por una serie de desgracias durante la película. 



La protagonista, harta de vivir, ve como la soga la arrastra junto al piano, la única manera que ella tiene para hablar y expresarse, a través de la música. Piano y mujer caen al mar, y se hunden. Llega un momento en el que Hunter parece abandonarse a su suerte, resignada e incluso sin resistirse a morir ahogada. Durante toda la trama queda claro que prácticamente no ha tenido demasiada voluntad por vivir, ya que ella no eligió nacer, ni eligió ser muda, ni eligió ninguna de las desgracias que le tocan. 
Pero en un momento, cuando se está ahogando, todo cambia y empieza a luchar para sobrevivir, para no ahogarse y salir a flote.

Lo que viene a reflejar la escena, es esa inercia en la que a veces vivimos, arrastrados por las circunstancias o sin hacernos responsables de cambiar las cosas que nos pasan, si no que simplemente nos dejamos llevar por la corriente y no hacemos nada por nosotros. Hasta que llega un momento, tal vez cuando caemos en un pozo y parece que no se puede caer más hondo, cuando tomamos conciencia y empezamos a ascender hacia la superficie para volver a vivir. Vivir desde la realidad, la conciencia y por nosotros mismos, no para los demás.

Son sólo algunos ejemplos, y de hecho, prácticos, en los que algunas escenas de determinadas películas logran conectar con sentimientos y emociones que tenemos dentro, casi sin darnos cuenta. El cine es muy poderoso para removernos y lograr que nos identifiquemos con lo que estamos viendo. 

Los diferentes elementos, como los personajes, diálogos, música o imágenes, forman una fusión perfecta que reflejan lo que llevamos dentro. Muchas veces, la respuesta a algunos de los problemas que tenemos, o que creemos tener, no está fuera ni necesitamos buscarla en otra parte, si no que está dentro de nosotros. El cine, puede servir para ayudarnos a que nos demos cuenta de esto.

Algunas de las secuencias han sido extraídas del blog Videoterapia, en concreto, de este post, y de su autora, Olga Rueda, psicóloga que ha realizado ejercicios de este tipo con pacientes. Un ejemplo más de cómo el cine, consigue remover conciencias y cambiar vidas. Y desde aquí, me quería unir a ello.

XOXO SoldieRyan

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