En la vida en algunos momentos necesitamos que alguien nos eche una mano con algún consejo o frase que nos motive a luchar por lo que creemos o superar algún bache del que nos está costando salir, no siempre se puede lograr solos. Además de eso, que nos remueva un poco la cabeza y consiga que reflexionemos sobre en qué momento de nuestra vida nos encontramos.
Y otras veces, no tenemos a nadie cerca en ese momento justo, o bien ni siquiera sabemos que lo necesitamos, para oír ese tipo de frases de boca de alguien de nuestro entorno cercano. El cine también puede hacer esa función. Empiezas a ver una película sin muchas expectativas, y de repente, algún personaje suelta una frase que por el motivo que sea, te llega al fondo y te deja tocado, pensando y reflexionando sobre lo cierto que es aquello que han dicho. Te identificas y logra sacarte del pozo, o aportar la primera luz del túnel donde te encontrabas. Tras un primer post en el que ya cité algunas de mis frases favoritas de las películas que me habían marcado, aquí va otra tanda, que nunca viene mal. Espero que os gusten.

"Lost" o Perdidos en España

Todo el mundo tiene tótems en su vida y en cualquier ámbito: en el caso de las series de televisión, para mi el trío inamovible son Perdidos, Friday Night Lights y Sons of Anarchy. Y navegando por las redes el otro día, por aquello de culturizarme y empaparme de novedades y noticias que comentar en el blog, porqué sí, no es una leyenda urbana, los que escribimos también nos quedamos sin ideas alguna vez, encontré un interesante post en la web Vaya Tele, en el que se escogían los capítulos más míticos de la serie Perdidos (2004-2010). Eso me llevó a leer los comentarios de ese post, y a continuación hacer una de mis reflexiones en mente: ¿importa más la calidad de una serie/película, o el debate que genera su existencia?

El mítico cartel al final de cada capítulo de los Looney Tunes "Eso es todo amigos!"

Entro en el blog, para pensar que escribir, para mirar cuanta gente ha leído mi último post, y veo por sorpresa comentarios en dicha entrada. Esa emoción de ver que hay gente, que además de leerte, te comenta, ¡vaya subidón! Ya no sólo leen, que además se toman la molestia de dejarte su punto de vista, es para valorarlo. Me da igual si es para mostrar su acuerdo o desacuerdo y montarme un pollo, por lo menos escriben. A mi me anima el día, o al menos, ese momento, que ahora mismo con la rutina de septiembre casi octubre, cuesta focalizarse en las cosas buenas del día a día, la depresión post-vacacional ha sido dura, ahora apenas estoy levantando cabeza. De cosas buenas no va esto, que ya llevo un par de entradas sobre el tema. Voy a escribir acerca de algo muy de la vida, sí, pero también muy cinematográfico. De esas películas que empiezas a ver, están bien, mantienen el interés, y al acabar te queda aquella sensación de "y ya está"? Justo como aquel polvo que tanto prometía y luego acaba en decepción. De eso va este texto.

Hay cosas que pasan a la historia, y algunas de ellas están en el cine. Y para ser más concretos, justo son los malos en este caso. Seguro que todo el mundo conoce a Darth Vader o a Hannibal Lecter o al Joker. De hecho, son personajes de la iconografía social ya muchos de ellos. Hace unas semanas vía Twitter, me etiquetaron en un reto que no pude hacer porqué me pilló de vacaciones, y permitidme, esos días desconecté de todo. Me centré en vivir en el aquí y el ahora, que ahora está tan de moda eso pero realmente es necesario, si no siempre tengo la cabeza preocupada por el mañana y oye, día tras día resulta agotador. En fin, que me voy por las ramas y de paso lleno la introducción del post. La cosa va de malos, o de villanos, o de antagonistas, o llamadle X. Pero, ¿qué es una buena película sin un malvado a la altura?

Fotograma de la película Cadena perpetua (1994), con Tim Robbins y Morgan Freeman

Vas al cine. O en casa. O dónde sea. Miras una película. Lloras, te emocionas, te identificas. Acabas de verla y estás con ganas de comerte el mundo. Crees que eres capaz de lo que sea. Has entendido tu vida de otra forma. A partir de entonces te cambia. Este paso a paso podría ser la sensación que tienes al terminar una película inspiradora. Las hay, existen. Yo he visto unas cuantas y he hablado de alguna de ellas en este blog. El cine es un arte y es universal. Permite que personas de distintos lugares puedan sentirse comprendidas gracias a una película, y eso, es la esencia del cine, o uno de sus pilares al menos. Tras unas entradas un poco más ligeras, hace un tiempo que tengo este tema en la cabeza, y me apetece volcarlo en una entrada y compartirla con cualquiera que quiera leer. Resumiendo las líneas anteriores en una sola cuestión: ¿Por qué el cine nos inspira?

Imagen cortesía de enfemenino.com

La psicología positiva está muy bien, ya que incide en una actitud del ser humano que se suele olvidar: dejar atrás miedos y prejuicios para creer que eres exactamente lo que vales. Hay películas que de una forma u otra, intentan transmitir mensajes de crecimiento personal, o sea, conectar con nosotros con ideas que teníamos olvidadas y que a cuenta del día a día no tenemos tiempo para pensar en ello. Hay mucha gente con problemas en la sociedad actual, ya sea ansiedad, depresión, estrés o cualquier otro desorden que se os ocurra. No deja de ser energía mental mal llevada. Además, ahora está de moda todo ese movimiento de lifestyle en el que a base de mensajitos inspiradores con fondos igualmente inspiradores, llena las redes sociales de muchos de nuestros contactos -yo soy el primero- como la que encabeza el post, extraída de la película El lado bueno de las cosas (2012). A raíz de un post de El vaso medio lleno, me pareció buena idea recopilar algunas de ellas en una lista, las que para mí son una filosofía a tener en cuenta en distintos momentos de la vida.

Esta entrada va a ser un poco más personal, pero me apetece compartirlo con cualquiera que pueda leer este blog. Tampoco soy muy mayor, aunque llevo años viendo cine. Me aficioné a los 13 y tengo 29, hagan juego. Pero por un motivo u otro hay películas que te marcan, que te dejan huella en algún momento vital. Y cuando varias de estas películas especiales pertenecen a los mismos responsables, te interesa saber más. En mi caso, que al fin y al cabo en el blog escribo yo de momento, Michael Mann es el autor de varias de esas películas, que de un modo u otro, a mi me han marcado. Heat (1995), Corrupción en Miami (2006) o Collateral (2004). Tienen escenas que se me han grabado a fuego y adoro su estilo. Es cierto que con los años ha perdido un poco el nivel, pero sigue siendo un maestro. Hoy, quiero hablar un poco de él.

Tom Cruise katana al viento en un fotograma de El último samurái (2003)

Hace poco revisioné El último samurái (2003), película hecha a mayor gloria de Tom Cruise y que cuando vi en el año de su estreno en los cines, me pareció que estaba bien, pero tenía un tramo intermedio un tanto aburrido, o esa fue la impresión que me dio a mi, y ni mucho menos me pareció una buena película. No me había atrevido a revisionarla desde entonces. Casualmente la dieron un día de estos por uno de esos canales de pago que facilitan el acceso al cine, y la grabé. He vuelto a echar un ojo El último samurái y sinceramente, ahora me ha parecido mejor de lo que en su momento pensé. Esto me ha llevado a otra reflexión: cómo el paso del tiempo cambia la percepción que tenemos de las películas

Fotograma de Cinema Paradiso

No os voy a engañar. Iba a aprovechar la Semana Santa, que en España es una fiesta religiosa en gran parte del país, para escribir un post acerca del cine religioso y derivados, imaginé que eso me iba a dar visitas. No obstante, y aunque hay tema para hacer un post y unos cuantos más, me pareció demasiado típico, y aunque me he aprovechado en otros momentos de actualidad cinéfila para escribir entradas, en esta ocasión he decidido hacerme el original y no tratar un tema típico por estas fechas, ya habrá tiempo.
He decidido inaugurar una sección en la que hablaré de películas que me encantan o que me han marcado, y que la mayoría de la gente odia. Creédme, tengo unas cuantas que sorprenderían a cualquier cinéfilo, y hoy escribiré acerca de una de mis obras más especiales que he tenido el placer -culpable- de disfrutar en una sala de cine: la denostada Alejandro Magno (2004) dirigida por el maestro Oliver Stone.

Fin de ciclo. Es una frase muy manida, se ha usado en todos los ámbitos, hasta en lo deportivo. Pero yo voy a hablar de otra cosa; yo quiero hablar de mi libro. No, es broma, en realidad voy a escribir sobre las series de televisión. Si, ya sé que esto es un blog de cine, pero llevo todas las entradas escribiendo acerca de lo mismo, dadme un respiro, no? Ya volveremos al cine, seguro. Esta semana acabé de ver el último capítulo de la séptima temporada de Sons of Anarchy -para quien no la haya visto, más que recomendable- y se me repitió esa sensación que se te queda en el cuerpo cuando sabes que debes dejar atrás una parte de ti. De eso estoy hablando, de fin de ciclo.

Ya es Navidad. No tengo claro si este año es más importante el estreno de Star Wars: El Despertar de la fuerza, que Pablo Iglesias pueda ser presidente de España o que se celebra la Navidad en todos los hogares. Sea como fuere, que yo sepa todavía se festeja, así que voy a sumarme a esta fecha tan señalada (viva las vacaciones) y estaré unos días sin publicar entradas. Que conste que esto es sólo para hacerme el chulo, porque esta es sólo la segunda que escribo aquí. Sin embargo, quiero dejar los deberes hechos, y hablar de un extraño fenómeno que se repite año tras año en los cines de todo el mundo: esas estúpidas películas navideñas que se emiten y/o estrenan siempre por estas fechas.